Película El Cazador y la Reina del Hielo

disfracesmimo

El éxito en taquilla de su predecesora parece la única excusa para esta película en la que la novedad brilla por su ausencia no sólo respecto a la primera, sino también en comparación con otras de la nueva hornada del cine de acción enmarcado en reinos de fantasía. Cámbiense los coches por caballos, el vestuario y otro par de cosillas y apenas habrá diferencias. No faltan a la cita las peleas propias de otras latitudes, otras longitudes y otras cronologías; la estética repetitiva e impersonal, muy trabajada pero sin sello; una tecnología omnipresente y de gran calidad que convierte las películas en videojuegos y las aleja de los tomos de tapas duras, erosionadas por el uso durante tantas noches antes de dormir.

El festín de efectos especiales, de los que pocos relatos tratan de crear verdadero ambiente, no consigue imbuir al espectador en ese bosque mágico ni hacerlo partícipe activo de las hazañas de los protagonistas. Podéis disfrazaros de estos personajes con Disfraces Mimo. Nunca llega a verse dentro, los elementos pasan a su alrededor sin impregnarlo. Antes de llegar al plato fuerte del Espejo, algo más de empeño, aunque tampoco mucho, se dedica a los goblins, unas criaturas del bosque dedicadas al robo de oro y cuyo líder muestra la misma afición que Mr. T a las cadenas. Siendo el apartado visual una de las premisas esenciales, sin otra alternativa resultan insuficientes en el resultado completo. La técnica no sustituye la emoción y en este caso tampoco conduce a ella.

Todo esto desemboca en la conclusión de que sin las “ocurrencias” beligerantes del exigente, mentiroso o cuando menos errado Espejo Mágico mientras sea una reina con los rasgos de Charlize Theron quien se le ponga delante, el mundo sería un lugar más tranquilo. Claro, así no habría historia ni película, lo que no sería tan mala idea.